Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1564
Fin: Año 1600

Antecedente:
El Monasterio de El Escorial: el edificio y sus programas

(C) Miguel Angel Castillo



Comentario

De todas las partes del edificio, lo que más problemas planteó al monarca y a sus arquitectos fue, sin duda, la Basílica, elemento nuclear del conjunto situado en el eje axial del edificio. No contento con los modelos y maquetas realizados por Juan Bautista de Toledo y sus colaboradores, el rey realizó numerosas consultas a Italia demandando informes y trazas de diversos arquitectos italianos, que a su llegada a España fueron desestimados por el monarca porque "no había mucho que tomar de ellas". Parece ser que de todas estas consultas sólo se tuvo verdaderamente en cuenta el informe emitido por el ingeniero militar Paccioto, muy crítico con las propuestas de Juan Baustista de Toledo, al suprimir las dos torres de la cabecera y al adoptar definitivamente la disposición cuadrada de la iglesia para, en opinión del técnico italiano, armonizar mejor con las líneas del monasterio, y por su mayor capacidad y belleza, que "une a lo precioso de su aspecto, la comodidad de los altares y sepulcros que con buen orden pueden allí colocarse". Con ello, el proyecto, cuya responsabilidad última hemos de atribuir a Juan de Herrera, ganó en coherencia y en sencillez, acentuando el proceso de simplificación a que se había sometido la arquitectura de la época, aunque permanecieron inalterables las soluciones establecidas para la cúpula, el amplísimo coro y su correspondiente, y por lo tanto oscuro, sotocoro.
Al templo se accede desde la fachada principal del edificio que, con sus órdenes monumentales, la escultura de San Lorenzo y el escudo real, destaca la parte central haciendo una primera referencia al altar mayor de la iglesia. Superado el ingreso, siguiendo el eje principal del edificio, penetramos en el Patio de Reyes, a modo de atrio de la basílica, donde se sitúa la verdadera fachada del templo. Esta se ordena con medias columnas de orden dórico-toscano en su cuerpo inferior y con las esculturas de los Reyes de Judá, destacados sobre pedestales delante de pilastras toscanas en el superior, rematándose con un frontón triangular, roto en su parte inferior por un enorme ventanal. La basílica propiamente dicha, que recoge en su primer tramo la tradición conventual española de coro en alto a los pies del templo, se organiza a partir de un espacio central cubierto con cúpula sobre tambor y responde a una arquitectura monumental y desornamentada cuyos alzados se articulan con un orden colosal de pilastras dóricas que soportan las cornisas sobre las que cargan las bóvedas. La idea de tan grandioso edificio culmina en la cabecera, donde se dispuso el altar mayor, a cuyos lados y en ángulo se situaron los retratos familiares de Carlos V y Felipe II y, en el centro, el templete del Sagrario donde se acentúa de forma más acusada la carga expresiva y simbólica del monumento.

Fue también el padre Sigüenza el primero en establecer la comparación del monasterio con el Tabernáculo de Moisés y el Templo de Salomón. Algunas de estas relaciones se corroboran a la vista de los programas del conjunto. Si el análisis arquitectónico del edificio nos llevaría a establecer una serie de paralelismos con el templo de Jerusalén, hemos de señalar que las esculturas de los Reyes de Judá situadas en la fachada principal de la basílica lo relacionan directamente con el tema del Templo de Salomón. De la misma manera, la referencia al tabernáculo bíblico se manifiesta explícitamente en el templete del Sagrario -obra del orfebre Jacomo da Trezzo, según las trazas de Herrera- y en la zona del altar mayor, donde culmina el recorrido fundamental del edificio con el desarrollo del tema de la Redención. El retablo mayor, diseñado por Juan de Herrera con un lenguaje severamente clásico, sustenta un programa iconográfico desarrollado mediante esculturas realizadas de Leone y Pompeo Leoni y una serie de lienzos pintados por Federico Zuccaro y Peregrino Tibaldi. A este último se debe la composición central del Martirio de San Lorenzo y el Nacimiento y Adoración de los pastores, completando el ciclo de la Redención los temas de la Flagelación, Subida al Calvario, Resurrección, Pentecostés y Asunción de la Virgen realizados por Federico Zuccaro. En consonancia con la arquitectura del altar mayor, las esculturas en bronce de los Leoni -Calvario, Santos y Doctores de la Iglesia- resaltan con sus dorados sobre los mármoles polícromos del conjunto, produciendo un efecto grandioso, reposado y clasicista, en el que se vuelve a insistir en los nichos laterales donde se sitúan las estatuas orantes del rey y del emperador. Estos, emplazados junto a sus familiares en un marco de arquitecturas clasicistas de mármoles de colores, en contraste con la austeridad cromática del resto del templo, dan un nuevo sentido a la imagen de los soberanos en contacto con la divinidad y la muerte, configurando mediante unos recursos clasicistas y unos caracteres máximos de distanciamiento y frialdad una visión majestuosa y solemne del tema de la muerte, acorde con la función de panteón regio que tiene el edificio.

A uno de los lados de la iglesia se sitúa el Patio de los Evangelistas, cuya solución debe también atribuirse a Herrera, y que constituye una de las grandes unidades constructivas del conjunto. A través de él se da acceso a las salas capitulares y a la antesacristía, y en él desemboca la grandiosa escalera imperial, cuya caja, mayor en altura que el claustro, sobresale por encima del mismo. El carácter programático de los ciclos de vidrieras de las catedrales del siglo XVI, asume además en el claustro grande un significado ceremonial con los frescos de Peregrino Tibaldi al exponer la Historia de la Redención en un lugar que era recorrido procesionalmente por las comitivas que salían de la iglesia. Otra vez es el padre Sigüenza el que nos informa de los fines litúrgicos de este recinto procesional: "...comienzan estas historias desde la puerta donde salimos con las procesiones de la iglesia al claustro, y luego, en el arco y claro de la mano izquierda, porque así volvemos luego con la procesión, está la concepción de la Virgen Santísima, que es como la primera piedra que Dios puso en la fábrica de esta nueva alegre del Evangelio y Testamento Nuevo que quiso hacer con los hombres. Y de la otra parte de la misma puerta, en la mano derecha está el examen postrero que hará con nosotros para ver si cumplimos tan bien lo que con El asentamos como él lo cumplió de su parte, donde se acaba la procesión, y no hay más que andar y negociar, por que lo cumplieron y entraron en su templo y en su gloria con los que anduvieron bien la procesión".